El centro cultural y social Estación Esperanza nos recibió, como muchas otras veces, con los brazos abiertos y las luces prendidas. La noche del sábado no iba a ser una más, iba a ser esa misma, nada más y nada menos. La banda LuzOjos, número central de la noche, prometió entregar todo de sí en un escenario por el que pasaron grandes nombres de la música rafaelina como Tito Fernández y hasta la punkekera banda She Devils.
De este modo, el líder de la agrupación musical, Pablo Morales, sacó un As en la manga para asegurar que tendría un público “al dente”, es decir, atento, y con los canales receptivos listos para absorber su pop rock de contenido. Ese As no era nada más y nada menos que una lúdico espectáculo del EJE DEL MAL, que se presentó minutos antes de que LuzOjos lance el primer acorde.
Poco antes de la medianoche, Francisco Marzioni pidió a gritos un sonidista que encienda el micrófono para que comience el show. El dúo se completó con la infaltable presencia de quien fue definido como un verdadero flaneur, Alejandro Menardi, que con una reme ra en la cabeza –y ante la atónita mirada de todos los presentes, en cuero- lanzó su ya clásico cúmulo de versos donde repasó textos publicados en sus libros Pop e Instantáneo, agregando otros escritos que pueden encontrar en su flog, esté donde esté. Antes de comenzar, conjuró unas palabras que serán ampliamente recordadas por la audiencia presente –y sus preocupados familiares-: “prometo hacer dieta”.
Menardi, en su torrente de palabras recopiló las buenas vibras circulantes por Barrio Fátima, y rápidamente cedió el turno a Francisco Marzioni, quien en un alarde de gallardía y actitud adolescente, portaba una gorra azul con la palabra “drogas” en blanco. Así, repasó su ya clásico poemario, que incluyó rutilantes estrenos como “El fantasma de mi perro”.
Gente de todas los credos aplaudió respetuosamente cada estupidez que dijimos, y expresó aceptación inclusive por los versos más mediocres de nuestro material, por lo que, infinitamente agradecidos, nos fuimos a beber centilitros de cerveza en la barra donde nuestro amigo Hugo ya tenía preparado un afectuoso saludo.
Francisco repartió algunos de sus poemas, Menardi, unos flyers que se pueden ver en el post anterior. Los dos se desprendieron de toda su gracia, cariño y poesía, al servicio de un show que esperemos sea recordado, que significó el estreno no oficial del Eje del Mal en Rafaela, la tierra de las oportunidades.
Luego, llegaron las guitarras eléctricas. La ajustada música de LuzOjos, una banda que construye un sólido andamiaje de canciones, superestructura de una noche plagada de secuencias armónicas con novenas y trescenas, melodías y letras dulcemente spinetteanas, al son grave del bajo de Gustavo Valsagna, en completa sincronzación con Pablo Morales.
Pero a esa altura, el Eje ya se encontraba en la esquina, departiendo con vagos y pendencieros, buscando la palabra justa en las volutas de algún humo paraguayo, pensando que tal vez -y sólo tal vez- la respuesta a ciertas preguntas se alojen, precisamente, detrás de la luz cegadora de los escenarios.
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